Superconductor LK-99 Foto: Universo Reports

Te imaginas un mundo donde los trenes flotaran por encima de sus rieles sin fricción, la energía se transmitiera por cables sin perder nada de energía y las computadoras cuánticas fueran tan accesibles como un teléfono móvil. Lo que parecía ser solo un sueño de ciencia ficción podría volverse realidad si logramos un avance en los superconductores: esos materiales que pueden conducir corriente sin resistencia eléctrica alguna.

En los últimos meses, un nombre ha estado dando vueltas en los laboratorios de todo el mundo y titulares: el supuesto material milagroso conocido como LK-99. Este material ha generado un revuelo como pocos, ya que se ha reivindicado como el primer superconductor a temperatura ambiente. Pero, ¿es realmente tan revolucionario? Profundicemos en lo que haría posible esta tecnología y el papel que juega este material controvertido.

¿Por qué son tan importantes los superconductores?

Los superconductores son como los “súper héroes” de la física de materiales. Cuando entran en su estado superconductor, eliminan completamente la resistencia eléctrica. Esto significa que una corriente eléctrica podría fluir en ellos indefinidamente sin disiparse como calor. Los beneficios son enormes: bajos costos energéticos, mayor eficiencia y aplicaciones de un impacto potencialmente transformador en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida diaria, desde la energía hasta la tecnología médica y el transporte.

Eso sí, hay un detalle. Hasta ahora, estos soportes de la eficiencia energética perfecta vienen con un “precio de entrada” elevado: necesitan temperaturas increíblemente bajas para funcionar. Algunos requieren prácticamente estar a unos grados del “cero absoluto” (-273,15 °C), y mantener estas condiciones no es barato ni sencillo.

Por eso, los superconductores a temperatura ambiente son el “santo grial” de la física y la ingeniería de materiales. Si lográsemos crear uno, los costos y las barreras tecnológicas se reducirían de forma tan significativa que las aplicaciones industriales y domésticas se extenderían como nunca antes.

Y ahí es donde entra el famoso LK-99.

LK-99: el superconductor que revolucionó la ciencia

En julio de 2023, un grupo de investigadores surcoreanos publicó un artículo afirmando haber creado LK-99, un material que, según ellos, muestra propiedades superconductoras a temperatura ambiente y presión atmosférica. Sí, tal como lo lees, un material que podría cambiar las reglas del juego. El mundo científico reaccionó de dos maneras: algunos celebraron con euforia y otros activaron inmediatamente la alarma del escepticismo. ¿Un avance tan grande, de repente?

LK-99 es un material sintético derivado del mineral apatita de plomo (un compuesto con estructuras cristalinas muy específicas), al cual se le añadieron pequeñas partes de cobre. Según los investigadores, esto permitía al material mostrar todo lo necesario para ser un superconductor a temperatura ambiente. Las afirmaciones iniciales describieron incluso un fenómeno clásico de superconductividad, el efecto Meissner, mediante el cual un material superconductor repele campos magnéticos.

Mineral apatita de plomo. Foto: Universo Reports

Sin embargo, en las semanas siguientes, varios grupos de investigación alrededor del mundo intentaron replicar los resultados… con poco éxito. La reproducibilidad es la base de cualquier revolución científica, y hasta ahora LK-99 no ha logrado convencer del todo. Algunos críticos sostienen que los fenómenos observados en los experimentos iniciales podrían deberse a impurezas o errores en el análisis.

Pero más allá de si LK-99 cumple o no con las expectativas, hay algo en lo que todos coinciden: estamos más cerca que nunca de hacer realidad un superconductor a temperatura ambiente. La presión y atención que ha generado este material ha encendido una nueva ola de investigaciones, lo cual no es poco.

¿Qué cambiaría en el mundo si los superconductores a temperatura ambiente fueran una realidad?

Ahora bien, pongamos el debate de LK-99 a un lado por un momento y reflexionemos: ¿qué pasaría si lográramos esa anhelada superconductividad a temperatura ambiente? El impacto sería monumental. Vamos por partes.

Energía: el fin de las pérdidas eléctricas

Hoy en día, cerca del 8% de la energía eléctrica generada se pierde en el proceso de transmisión. Es algo que damos por sentado, pero resulta un problema importante tanto ambiental como económico. Si reemplazáramos los cables convencionales por cables superconductores, esta pérdida desaparecería.

Mejora en la transmisión de la energía eléctrica. Foto: Universo Reports

Además, podríamos construir redes eléctricas completamente nuevas, facilitando la integración de energías renovables. Por ejemplo, imagina transportar energía desde un gigantesco parque solar en el Sahara africano hasta Europa, o desde islas eólicas en alta mar hacia los centros urbanos. Sin pérdidas de transmisión, la eficiencia sería máxima.

Transporte: del Maglev al futuro del espacio

Los trenes de levitación magnética, conocidos como Maglev, ya existen, pero solo funcionan en proyectos específicos porque los sistemas de refrigeración asociados a los superconductores actuales son muy costosos. Si eliminamos esta barrera, los Maglev podrían expandirse globalmente, revolucionando los sistemas de transporte terrestre al viajar a velocidades superiores a los 600 km/h.

Tren Maglev de levitación magnética. Foto: Universo Reports

Pero no es solo cuestión de ferrocarriles. En la exploración espacial, la superconductividad podría simplificar enormemente la creación de propulsores eficientes y mejorar la generación de energía en satélites. En un mundo donde la carrera espacial está en auge, esta sería una ventaja inmensa.

Medicina: democratización de la tecnología médica

En hospitales, las máquinas como las resonancias magnéticas (MRI) dependen de superconductores. Sin embargo, el costo de mantener este tipo de tecnología sigue siendo prohibitivo en las regiones más desfavorecidas. Los superconductores a temperatura ambiente reducirían estos costos drásticamente, haciéndolos accesibles a mercados y comunidades que actualmente no cuentan con estos diagnósticos avanzados.

Equipos como los magnetoencefalogramas (para estudiar la actividad cerebral) también serían más prácticos, incentivando investigaciones de enfermedades neurológicas y abriendo nuevas puertas en áreas como la neurociencia.

Computación y tecnología: la explosión de lo cuántico

La computación cuántica es quizás una de las áreas más privilegiadas con superconductores. Los actuales procesadores cuánticos requieren “neveras” especializadas para enfriarlos a condiciones óptimas de funcionamiento. Con superconductores a temperatura ambiente, estos sistemas se simplificarían tanto que podríamos llevar la computación cuántica a oficinas, centros educativos, empresas y millones de hogares.

Además, en la electrónica tradicional, los superconductores permitirían fabricar chips ultrarápidos y que no generasen calor. Piensa en portátiles ultradelgados, teléfonos móviles cuya batería podría durar semanas, o redes masivas de dispositivos de Internet de las Cosas (IoT) mucho más avanzadas.

¿Una solución para la crisis climática?

Quizás el impacto más importante sea en la lucha contra el cambio climático. Con redes eléctricas más eficientes y transporte masivo sostenible, reduciríamos considerablemente la dependencia de combustibles fósiles. Las emisiones de gases de efecto invernadero disminuirían, y proyectos de energía solar o eólica remota serían mucho más viables.

La superconductividad podría ser el catalizador que necesitamos para alcanzar las metas globales de sostenibilidad.

¿Y ahora qué?

Aunque LK-99 no haya cumplido con todas las expectativas por ahora, lo importante es que ha motivado una nueva ola de investigaciones. La presión por lograr un superconductor práctico y económico está en marcha, y seguramente veremos avances emocionantes en los próximos años. Ya sea con LK-99 o con otros materiales en desarrollo, el mundo científico no descansará hasta alcanzar esta meta revolucionaria.

Quizás estés leyendo este artículo en un futuro no muy lejano, sentado en un tren Maglev o trabajando en una computadora cuántica gracias a la magia de la superconductividad. El camino aún es incierto, pero el potencial cambio que estas tecnologías representan es indiscutible. Por ahora, las preguntas permanecen abiertas… y los investigadores siguen trabajando en encontrar el “santo grial”.

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